Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA ARGENTINA



Comentario

Cómo en este tiempo llevaron preso a la Real Audiencia a Francisco de Aguirre, Gobernador del Tucumán


Aunque parezca apartarme fuera del propósito de mi historia, desviándome del hilo de las cosas que tocan al Río de la Plata, no he querido pasar en silencio lo que sucedió a Francisco de Aguirre en la gobernación de Tucumán, que, como tengo dicho, me es fuerza tocar algunas cosas de aquella tierra, según en esta historia he comenzado, el cual gobernando aquella provincia en nombre de S.M. por el conde de Niebla, Virrey del Perú, mandó hacer la población de San Miguel de Tucumán, cometiéndola a Diego de Villaroel, su sobrino, y el año de 1564 hizo esta fundación, que dista de Santiago del Estero veinticinco leguas en comarcas de cuatro o cinco mil indios, parte de ellos reconocieron en tiempos pasados por Señor al Inca Rey del Perú, que son los serranos, y los demás tienen sus caciques, a quienes respetan. Está en la altura de 28 grados, y allí tiene buen temperamento, es tierra de muchos bosques y arboledas muy crecidas, pastos convenientes para todo género de ganados. Pasa por este pueblo un pequeño río, que de este y de otros donde se viene a formar el de Santiago, que comúnmente se llama del Estero. Después de conluida esta población con buen suceso, determinó Francisco de Aguirre hacer una jornada a la provincia de los Comechingones, que es hoy la de Córdoba; y habiendo salido con buen orden, y golpe de gente española y amigos, hizo su jornada, visitando los pueblos de aquel camino, tomando noticia y lengua que a la parte del sudeste había un término muy poblado de indios muy ricos, según y como a Diego de Rojas le informaron, cuando descubrió esta provincia, y después de algunos sucesos por desavenirse la gente que llevaba, dio la vuelta por Santiago; y llegando cuarenta leguas de ella en un puesto que llaman los Altos de Francisco de Aguirre, le prendieron una noche en el año 1566, siendo cabeza de este motín Diego de Heredia y Versocana, con el pretexto de un mandamiento eclesiástico que tenía del Vicario de aquella ciudad, a quien le llevaron bien asegurado, usurpando la Real jurisdicción, y de su propia autoridad administraron él y sus confidentes su Real justicia, tomando en sí el gobierno de la tierra, prendiendo a todas las personas que podían apellidar la voz del Rey. Esto mismo se practicó en el Tucumán con todos los dichos, a excepción del capitán Gaspar Medina, que se puso con tiempo en salvo, ganando las serranías de Concho distante doce leguas del Estero, quedando enteramente apoderados de la tierra los tiranos. Y para colocar en algo sus depravadas operaciones, determinaron hacer una población entre el poniente y setentrión del Estero en la provincia que antes descubrió el capitán Diego de Rojas, en la que fundaron una ciudad que llamaron Esteco, aludiendo a un pueblo de indios de la comarca de este nombre: dista 45 leguas de la de Santiago: está en altura de 26 grados y medio. En este tiempo tuvo modo el capitán Gaspar de Medina, teniente del Gobernador Francisco de Aguirre, de convocar algunos amigos suyos por medio del favor y ayuda de Nicolás Carrizo, Miguel de Ardiles, y el capitán Juan Pérez Moreno, y con ellos y con los que se le agregaron, prendieron a Heredia y Versocana, y otros secuaces, y haciéndoles causa, los condenó a muerte, como se ejecutó en varias personas motoras de esta rebelión, con lo cual quedó restituida la jurisdicción Real, y para obtenerlo con el gobierno, despachó a la Real Audiencia a Diego Pacheco, en el ínterin se viese por la Audiencia la causa de Francisco de Aguirre, que había sido llevada a aquella ciudad y corte.

Así que Diego Pacheco fue recibido del gobierno, determinó reformar algunas cosas de la provincia; mudó el nombre de la ciudad del Estero en Nuestra Señora de Talavera; y repartió los indios en sesenta encomenderos. Luego la Real Audiencia restituyó al gobierno a Francisco de Aguirre aunque no duró mucho en él, porque arrebatado de pasión por lo pasado, atropelló varias cosas contra justicia y cristiandad, de modo que fue causado por la Iglesia, y después por la Inquisición, por cuyo Santo Tribunal fue despachado del Perú al capitán Diego de Arana a ejecutar su prisión: traía también merced del gobierno del Señor Virrey, que con ambas facultades entró en la provincia, y conclusas las cosas de su comisión, se fue llevando al prisionero, dejando en su lugar al capitán Nicolás Carrizo, hasta que se proveyó este empleo en don Gerónimo Luis de Cabrera.